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Reencontrarnos para sanar

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Por Milena Rodríguez

Cada vez que pienso en los momentos de grandes enseñanzas en mi vida, recuerdo las hermosas palabras e historias llenas de sabiduría que me han compartido los mayores de los territorios Indígenas que he visitado. De su vasta experiencia, conocimiento y forma de ver la vida por medio de lo que es esencial, podemos aprender mucho sobre los ciclos naturales, sobre cómo conectarnos con el amor de Madre Tierra, y cómo vivir de forma armoniosa y abundante tanto en el exterior como en el interior de nuestro ser. Los abuelos y abuelas son nuestro más grande tesoro y el acercarnos a ellos con ganas de escuchar es primordial para poder aprender a sanar. Ellos son como los fuertes bosques de manglar que protegen con sus raíces toda la riqueza cultural y espiritual de nuestra gente frente al oleaje de tempestades.


Nuestra cultura estará viva siempre que nuestras anécdotas sean escuchadas y que los saberes sean transmitidos constantemente por medio de la tradición oral. De esta forma los ancestros y su sabiduría siguen vivos en nuestra memoria y en las decisiones que tomamos día a día. Aunque no la pude conocer por haber fallecido muy joven, mi familia cuenta que mi abuelita Amanda, nacida en Monimbó, era una mayor muy sabia; las personas de la comunidad se acercaban a ella para ser aconsejadas en diversos temas y la recuerdan con mucho aprecio, ya que se expresaba con mucho amor a pesar de haber sufrido las inimaginables desigualdades y ultrajes que han vivido nuestros pueblos a lo largo de los siglos, desde la violenta llegada de una forma destructiva de ser, pensar y vivir: la colonización.

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Don Rosa compartiendo su sabiduría en su comunidad Sasle, Jinotega. Foto: Milena Rodríguez.


El objetivo de la colonización no sólo ha sido eliminar nuestra cultura y sistemas sociales, también ha sido imponer una ideología egoísta completamente desconectada del ser y de la Madre Tierra. Tristemente, en el caso de la cultura Mankeme (Chorotega), la colonización ha tenido un impacto en casi todas las áreas de nuestra existencia; despojados de tierras, lenguaje y espiritualidad, hemos llegado a casi olvidar nuestra identidad ancestral por completo. Aun así, tengo la plena confianza de que esto puede cambiar a medida que vayamos entretejiendo nuestras historias y reconociéndonos a través de ellas. El pueblo Mankeme-Chorotega es un pueblo amplio que está presente desde Chiapa de Corzo, México, pasando por el oriente de El Salvador y el sur de Honduras, abarcando gran parte del Norte y costa Pacífica de Nicaragua y llegando a la península de Nicoya en Costa Rica. Sin embargo, en la actualidad un número muy pequeño de personas se identifican a sí mismos como Indígenas, menos aún como Mankemes o Chorotegas. 


Desde mi perspectiva como educadora, sanar nuestros cuerpos, mentes y corazones es el primer paso hacia una forma de vida digna, autónoma y coherente. Hablamos de sanar porque así hemos de reflexionar sobre las heridas y traumas causados por un largo proceso de desvinculación con nuestras cosmovisiones. Por alguna razón siempre se usan frases como “desaparecieron” o “se extinguieron” para hablar del proceso en que las lenguas e identidades de nuestros ancestros fueron suprimidas. Pero gracias a las investigaciones de académicos y activistas Indígenas alrededor del mundo, sabemos que hubo un claro procedimiento e intención por parte de los colonizadores para llevar a cabo esto, en el cual utilizaron conjuntamente las herramientas básicas en las cuales todo ser humano es formado: la educación, que cambió de estar basada en la experiencia y el entendimiento del entorno por la idea del salvajismo e ignorancia del indio; la economía, que cambió de ser local y diversa a la privatización de prácticamente todos los sustentos de vida; y la espiritualidad, que cambió de vernos reflejados en los elementos y en las estrellas a una vida llena de miedo y culpa.


Sanar es fundamental para construir nuestro camino hacia el buen vivir. Debemos tener claro de que el actual sistema social es simplemente un tipo de colonización perfeccionada desde el individualismo y la avaricia. En nuestros días la situación de nuestros pueblos no puede estar peor. Se siguen despojando las tierras de los pueblos, seguimos siendo dependientes del capital, obligados a la subsistencia, discriminados por migrar en nuestro propio continente. El estudio de la historia es imprescindible para entender nuestro presente y pasado, pero, ¿cuál es nuestra opción si se han estado omitiendo continuamente nuestras voces a lo largo de los siglos? Las respuestas están en el corazón de nuestros pueblos, en la forma tierna y mágica en la que hablan nuestros abuelos. Nuestra oportunidad está en buscar de forma tenaz éstas palabras de aliento. Así como a mi abuelita le tocó emigrar, así también a mí me ha tocado andar por varios rumbos y reconocerme en la mirada llena de esperanza de los abuelos y abuelas que aún guardan los conocimientos científicos, artísticos y rituales para sanar, agradecer y celebrar la vida de nuestra gente. Éstos mayores esperan a sus jóvenes y a sus comunidades para entregar sus saberes y así mantener viva la cultura. Estoy muy agradecida por los abuelos y abuelas que he llegado a conocer en Totogalpa, Matambú, Urbaite, Quitirrisí, Nahualapa, Telpaneca.

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Amor de abuelo - Don Ezequiel y su nieto - Matambú, Guanacaste. Foto: Milena Rodríguez.

Sanar con el corazón y enraizados a las tradiciones que nos conectan con nuestra Madre Tierra y los elementos que hacen la vida posible son clave para entender nuestra propia naturaleza, para percibirnos a nosotros mismos como los transparentes ríos y hermosos bosques, reflejos de nuestra sangre y pulmones. Muchas adicciones y condiciones mentales tienen el potencial de ser curadas por medio de las cosmologías Indígenas, muchas de las enfermedades modernas pueden ser curadas por medio de los conocimientos ancestrales, el cambio radica en la voluntad interna de escuchar el llamado de los abuelos, apreciar sus consejos, honrar su linaje y legado, y comprometerse con una filosofía de vida basada en el amor y la unidad. Éste amor derrumbará las fronteras y reconstruirá los lazos entre nuestros pueblos hermanos, los cuales fortalecerán nuestros procesos de descolonización y soberanía en todos los aspectos de nuestra vida.


Indiscutiblemente, sanaremos nuestras formas de vida a través de nuestros valores Indígenas, integrándolos en todos los ámbitos de nuestra convivencia diaria. Serán nuestra fortaleza y energía el amor, el respeto, la interconexión, la valentía, el agradecimiento, que son todos valores humanos que han guiado a nuestras comunidades por miles de años en su caminar por este mundo. Seguiremos ejerciendo igualmente nuestros derechos a movilizarnos por la Tierra sin miedo a ser encerrados. Caminaremos firmemente con la belleza de nuestras raíces hacia el bienestar y prosperidad de nuestros pueblos para que, de éste modo, los diálogos, apoyos mutuos y aprendizajes entre las naciones ancestrales de la región sean como los bellos entretejidos llenos de colores y medicina para las próximas generaciones que sabrán la importancia de la Vida ya que habrán sido niños y niñas criados en abundancia, alegría y confianza en nosotros mismos, en nuestra cultura y en nuestra infinita conexión con todo lo que existe.


--Milena Rodríguez es una educadora Chorotega y ecóloga humana de profesión con una gran pasión por sus raíces ancestrales. Su investigación sobre la historia de los Pueblos Indígenas del pacífico, centro y norte de Nicaragua la ha llevado a conocer, trabajar y aprender de las comunidades Indígenas, y a reencontrarse con la gran belleza y riqueza cultural y espiritual que guardan nuestros pueblos.

 

Foto: Uma-mamá – Resguardo Cauca. Foto: Geya García.

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