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Los sueños mágicos de Paula Nicho

 

Paula Nicho Cúmez, originaria de San Juan Comalapa (Chixot en Kaqchikel) heredó el arte del tejido de su madre y sus ocho hermanas. Mientras urdía y tejía los hilos, casi sin darse cuenta, su camino en el mundo artístico ya había comenzado. Un día, su abuelo, un aprendiz de segunda generación del primer pintor de Chixot, le dijo a Paula: “El tejido que hacen es lindo, pero es un arte laborioso”. Paula y sus hermanas no entendían de lo que hablaba. Para ellas tejer era sólo una actividad. Su abuelo, además de pintor era diseñador de alfombras de semana santa en la comunidad. Cuando vio el talento que Paula tenía para tejer le dijo: “¿Por qué no buscas otro arte además del tejido?”.

Paula no fue pintora en ese momento porque pintar no era algo común entre mujeres, pero la semilla quedó sembrada. Años más tarde, cuando se casó con su esposo Salvador, el cual era pintor, éste comenzó a regar la semilla que el abuelo de Paula había dejado sembrada en ella. “¿Por qué no agarras los pinceles?”, le decía. “¡Te animo a que intentes a expresarte en este arte tan lindo! Puedes hacer muchas cosas, porque tus tejidos son lindos, pero en pintura, es otro resultado”. El apoyo de su abuelo y su esposo permitió que en Paula crecieran sus deseos por ser pintora. “Le doy gracias a dios porque ellos no eran machistas. Hay muchos hombres que piensan que, si uno se casa, solo debe ver a la familia y estar pendiente del esposo. Pero ellos son de mente abierta, estoy muy feliz con mi familia”, afirma Paula.

El camino para darse a conocer como pintora, fue difícil (a diferencia del apoyo familiar). “Cuando comencé a pintar, otras cinco mujeres y yo formamos un grupo. Recibimos una invitación para presentar nuestras pinturas de parte de UNESCO y la gente llegó a vernos”. Las ideas de Paula y el grupo de mujeres fueron muy originales, pues intentaban expresar su propio sentir y pensar. La idea era no copiar los diseños que los hombres pintores de la comunidad realizaban, y por ello recibieron todo tipo de comentarios, algunos dijeron que sus obras eran de locos y que no tenían sentido, pero otros las admiraron. Fue así como Paula y las otras mujeres se llamaron así mismas como pintoras surrealistas Indígenas de Guatemala.

Una vez, un crítico de arte les dijo que el surrealismo no era de Guatemala. “Deberían pintar cosas propias de su país, deberían cambiarse de nombre”. Luego otro día, apareció otro crítico, un historiador de arte. Él buscó a Paula y a su grupo en Chixot pero otros pintores (hombres) les dijeron que Paula y su grupo no eran de Comalapa y que eran de una aldea lejana. “Pero eso no era cierto” dice Paula, “nosotras vivimos en el mismo pueblo que ellos”. De esta forma, cuando abrieron una pequeña galería, decidieron ponerse el nombre de “Mujeres pintoras Kaqchikeles de Comalapa”, para demostrar que ellas también podían dedicarse al arte en su comunidad, a pesar de no ser hombres.

img“Mi Segunda Piel", por Paula Nicho, 2004.

Tanto la pintura como el estilo de pintar de Paula viene en su sangre. “Yo siempre me soñaba volando, y nunca había tenido la oportunidad de hablar con los abuelos o con alguna persona especialista sobre el significado de mis sueños”. Un día, me buscó una psicóloga vio mi exposición, me buscó y me habló de lo que veía en mis cuadros, diciéndome: “Te felicito. Las mujeres siempre tenemos fracasos y tú puedes hacer más cosas de las que ya has hecho. Sé que algún día tus pinturas van a volar, y tú volarás también para enseñar tus pinturas. Eso me dio mucha alegría e inspiración”, comenta Paula.

A partir de ahí, dio rienda suelta a su inspiración, y comenzó a pintar a muchas mujeres, inspirada en el sacrificio que hacen y cómo se desarrolla la vida de cada una. “Las mujeres lavan, cocinan, atienden a la familia, están pendientes de la comida, de muchas cosas. Son fuente de inspiración”. Paula aprovecha mencionar que una de las mujeres a quien admira es Rosalina Tuyuc, con quien ha tenido la oportunidad de platicar. “Creo que las mujeres somos capaces de hacer muchas cosas si tenemos apoyo de nuestra familia”. 

Además de la identidad Indígena y de su identidad como mujer, Paula tiene elementos recurrentes en sus pinturas, como el peso de la historia y la naturaleza. Ha tenido que luchar mucho por pintar lo que quiere y lograr reconocimiento. “No siempre fue fácil, a veces me desesperaba pero expertos en arte valoraban mi trabajo. Cuando sales, encuentras buenas amistades, tanto hombres como mujeres”. En uno de esos viajes, encontró a un coleccionista de San Francisco cuando hizo su primer viaje internacional. Tuvimos la oportunidad de llevar 60 obras y él empezó a trabajar conmigo; él hace material promocional con mi arte, tarjetas, calendarios, entre otros. Tiene un ojo muy especial. Él me dijo que mi estilo era realismo mágico, pues mezclo en mis pinturas lo cotidiano con la fantasía que proviene de mi imaginación”.

img“Mas Allá del Universo" por Paula Nicho, 2005.

 

Mantenerse como pintora es difícil. “Algunas mujeres que se casaron dejaron su arte a medias. Otras ya no quieren pintar porque la gente no quiere pagar el precio de las pinturas, y es una inversión. En Guatemala la mayor parte de la gente no aprecia el arte; aún así, digo que el arte me ha dado vida. Cuando recuerdo las experiencias de mis viajes, me parecen sueños inolvidables. Tuve la oportunidad de hacer un viaje a la inauguración de un museo Smithsonian del Indígena Americano en Estados Unidos. Llevé una pintura muy especial que se llama Mi segunda piel. La hice porque, cuando era pequeña, no había libertad para usar nuestra indumentaria. Mi mamá me elaboró un güipil de Comalapa y me dijo: ‘cuando desfiles usarás esto, nadie tendrá una vestimenta igual’. Pero en la escuela nos dijeron que todas usáramos falda. Fue una experiencia triste porque me vestí con mi indumentaria y mi mamá se fue a la escuela conmigo y cuando la directora me vio así, me dijo ¡ixta! (malcriada). Mi madre me dijo, ‘así son esas personas, si no ganas el año, tendrás que repetirlo. Vámonos, no vas a desfilar’. Recuerdo el dolor en el rostro de mi mamá, que tenía ganas de llorar, quien al regresar a casa me abrazó. Pinté a una mujer que tiene figuras en su piel porque creo que mi indumentaria tiene un valor, y nadie me va a decir que no sirve. Siento que mi indumentaria es como mi segunda piel” afirma Paula.

Además, agrega: “Participar en esa inauguración fue hermoso, porque también estuvimos presentes durante una marcha. Llegaron muchos Indígenas de diferentes lugares, fue un evento enorme, con gente que llevaba toda clase de indumentarias. Experiencias como esas me dieron valor para seguir pintando lo que quería, lo que nuestros abuelos nos han enseñado. Creo que el tejido es una forma de sanar, y la pintura funciona de igual manera. Hacer una obra de arte es inspiración puesta en un lienzo; el arte que creo representa a los Pueblos Indígenas; mi corazón siente que no somos un puñado de gente, habemos muchos Indígenas en el mundo”. 

Paula dice que tiene planes para el futuro y su arte. “Aún nos hace falta, pero uno de mis proyectos junto a mis hijas es crear mi propia página en internet para dar a conocer mis pinturas y las de ellas”. También quiere dedicar más tiempo a atender su pequeña tienda de materiales artísticos en el pueblo, y ampliarla, ya que al ser un espacio reducido, éste no le ha permitido sentirse en total libertad. “Ahora que mis hijos han crecido, tengo más tiempo para pintar”. Sin embargo, agrega que un sueño a largo plazo es abrir una escuela para compartir sus conocimientos y finaliza diciendo: “Somos mujeres; debemos dejar algo a las nuevas generaciones”.
 

Fotos por Paula Nicho

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