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El estigma social doble y la discriminación aun existe: Juan Antonio Correa Calfin

América Latina está tomando las calles para reclamar sus derechos colectivos, cansados de años de discriminación y desigualdad. Chile no es una excepción. Es un país donde los Pueblos Indígenas no son reconocidos en su constitución y cuya práctica institucional siempre ha estado acompañada por la violencia del Estado y el incumplimiento de las normas internacionales de derechos humanos. Este es un momento en que el mundo de la filantropía y las organizaciones Indígenas pueden hablar sobre temas LGBTQIA+ después de años de invisibilidad y negación. Ya no es sostenible, como con los asuntos climáticos, continuar con estas malas prácticas. En Chile, el problema no se aborda, excepto como un "guiño" en la prevención del VIH, el SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual.

Aunque existe una gran cantidad de diversidad sexual tanto en las comunidades urbanas como en las rurales, pocos se atreven a llevar una vida no heteronormal de manera abierta, debido al doble estigma social y la discriminación todavía existente. En familias tradicionales y culturalmente Mapuches, existe una diversidad sexual íntimamente relacionada con la espiritualidad y la sexualidad, que juegan un rol importante en torno a la medicina tradicional. Lo mismo ocurre en toda América, donde los académicos han estudiado la diversidad sexual y su relación con la religiosidad Indígena como vínculos sagrados. En estos estudios se respeta la privacidad de los sujetos y no se da más desarrollo al reconocimiento de sus prácticas sexuales.

En toda América, la diversidad sexual en los Pueblos Indígenas es un tema difícil de abordar. En mi trabajo en el ámbito de la filantropía, cuando viajo por diferentes territorios, trato de abordar este tema con discreción, al tiempo que trato de conocer la realidad de la diversidad sexual en contextos locales. En México y Guna Yala, por ejemplo, existe una mayor aceptación de la diversidad como lo demuestra la figura de los Muxhe de Oaxaca y la de los Wigunduguid del pueblo Guna. Sin embargo, aunque sus roles y participación en la vida social están bien definidos, la discriminación también forma parte de sus vidas. En el mundo Andino, específicamente en Perú y Bolivia, existe un mayor prejuicio hacia la población LGBTQIA+, y muchos jóvenes tienen que emigrar a las ciudades, incluso se ven obligados a vivir en las calles, y frecuentemente recurren a la prostitución como la única forma de sobrevivir.

El mundo de las drogas, la violencia y la muerte están muy presentes en la vida de los hermanos y hermanas LGBTQIA+ en la ciudad, y las tasas más altas de asesinatos y suicidios están estrechamente relacionadas con este segmento de la población.

Hemos presionado para incorporar los derechos de la población Indígena LGBTQIA+ en las demandas de los derechos colectivos de los Pueblos Indígenas, y hemos destacado la introducción de enfermedades de transmisión sexual desconocidas hace algunos años en los territorios aborígenas y que nuestra medicina tradicional no puede controlar. Con la ayuda de los donantes internacionales para los Pueblos Indígenas y el mundo de la filantropía, pudimos abordar este tema en un evento paralelo al Foro Permanente de la ONU sobre Asuntos Indígenas en Nueva York. El grado de discriminación es mayor cuando los representantes de las comunidades desconocen la realidad social en cuanto a diversidad, sumado a la doctrina que imponen las costumbres religiosas occidentales, las cuales son un subproducto del colonialismo moderno y afectan el desarrollo de políticas para la población Indígena LGBTQIA+.

Continuamos enfrentando estos retos apoyando a las comunidades locales. La participación de población sexualmente diversa es un componente necesario para obtener subvenciones, al igual que la participación de las mujeres. Otras instituciones filantrópicas han estado implementando este estándar, lo cual nos llena de esperanza. Hay un renacimiento cultural en torno a la diversidad y los derechos sexuales, pero todavía queda un largo camino por recorrer para las sociedades, organizaciones y líderes aborígenas. Es un reconocimiento necesario para nuestro tiempo, el anhelo de justicia y el reconocimiento a todos los que han luchado durante años por el respeto a la diversidad y los derechos colectivos en toda su magnitud. Vamos a continuar favoreciendo procesos para que las comunidades aborígenas LGBTQIA+ puedan reclamar sus derechos colectivos y erradiquen la violencia y la discriminación. La demanda de justicia en las capitales del mundo debe ir acompañada de un reconocimiento de los derechos de los Pueblos Indígenas, su diversidad cultural, social y de género, y del respeto por sus formas de vida, tierras y recursos naturales.

- Juan Antonio Correa Calfin (Mapuche de Chile) es director de Social Indígena, una organización no gubernamental.

 

Imagen principal: Juan Antonio Correa Calfin con Reportero Especial de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, Victoria Tauli-Corpuz.

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