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Nana, Wintsookxa Ijk Ja Maaytïk? ¿Cómo era esa historia?

Maaxïnkojm es el nombre de mi pueblo, ubicado en la Sierra Mixe del estado de Oaxaca, en México. Una comunidad ubicada en lasfaldas del cerro Cempoaltepetl, que cuenta con una población aproximada de 300 personas. Si tuviera que describirlo, diría que mi pueblo se encuentra entre platanares, por lo que casi en cualquier temporada podemos ver racimos de distintas variedades de plátanos colgando alrededor del camino, y donde también es posible encontrar otros árboles frutales como la naranja, la lima, mameyes, entre otros. Es un pueblo con mucha vegetación y mucha agua debido a que casi llueve todo el año. 

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La lengua que hablamos en Santa María Ocotepec -como también se le conoce a mi pueblo-es el mixe, pertenece a la familia lingüística mixe-zoque. La variante del mixe de mi pueblo es el ayöök y se habla en al menos 14 comunidades de la zona. Al igual que muchas otras lenguas Indígenas, enfrenta hoy en día un desplazamiento frente al castellano, aun cuando hay interés y esfuerzo de muchas personas para transmitir la lengua y/o enseñar su lecto-escritura. 
Debido a que la única escuela en la comunidad solo cuenta con el nivel primaria, salí de allá a los 12 años para continuar con mis estudios y desde entonces a la fecha, acudo a mi pueblo cada vez que me es posible o en periodos vacacionales. Al momento de escribir este texto me encuentro en la ciudad de Oaxaca (la capital del estado) por lo que cada vez que me refiera a mi pueblo diré “allá” como ese espacio en el que crecí y que concibo como mi primer hogar.

Mi madre y mi padre trabajaban fuera de la comunidad, por lo que crecí y viví la mayor parte del tiempo con mis abuelxs y mi hermana mayor. Vivir en Maaxïnkojm me gustaba mucho, en parte quizá, porque no conocía otro sitio. Ese era mi lugar. Acompañando a mi abuelo Zacarías (Q.E.P.D) aprendí algunas actividades del campo como el corte de café, limpiar la milpa o piscar maíz. Para mi corta edad, más que ayudarle en las labores, pienso que lo que le gustaba era que lo acompañara y que conversaramos. Nuestro día en el campo transcurría sembrando árboles, cortando plátanos o poniendo trampas para las tuzas (zarigüeyas) que se comían nuestras yucas. Al mediodía comíamos xekmët (comida de maiz y frijol que nos había mandado mi abuela) y bebíamos café.

Por otro lado, con mi abuela Juana aprendí otras actividades como amarrar una carga de leña, a gritar, sí, a gritar para espantar a los gavilanes que se llevaban a los pollitos o para ahuyentar a los pericos en tiempos de pisca. Ella me enseñó a moler en su metate (piedra de moler) y decía que debía aprender a hacer mis propias tortillas. Con ella repasaba las tareas de la escuela y cuando hacía tamales me daba una de sus hojas de platanillo y me decía que la usara de bandera y marchara alrededor de la casa. También era la que me advertía sobre lo riesgoso que podía ser nadar en lo profundo del río o subir a cualquier árbol a intentar cortar alguna fruta.

“Ka’a oyjöma mtunkexpätït, jäme kïp juu' yönïk xö'n yï kïpka’ajk, tsöö’k, tsii’n. We’emïk ja maxykäätsmjit jyajty, Piitjawe xyëë, ja tsaptsöö'kïkjawe tyun anïïmp, jä'äktse tsëk nyipäjt. Jämjik nya’xnï-tyëjkinï ka’ak y'uk’o'yinï wintso wyanïkït, tiik tyuump? Kisnöömpïk jämji këjxm, jatsïk ja tyëk ojts tyuntïj” (Lo que decía mi abuela sobre subirme a los árboles)

Mi abuela es una persona de carácter fuerte, nos regañaba cuando no hacíamos la tarea o nos pasábamos mucho tiempo jugando. “Deben estudiar porque por eso se esfuerzan sus papás” nos decía. Repasaba con nosotrxs las tareas y decía que debíamos estar preparadxs para lo que preguntara el maestro en clase, “es muy penoso si pregunta algo el maestro y ustedes no saben la respuesta” decía. Nos contaba entonces de cómo era ir a clases en su tiempo, que los únicos niveles de primaria que había eran primero y segundo año y que no tenían cuadernos o bolígrafos, usaban la parte trasera de las hojas de plátano tierna como si fuera el pliego de papel y usaban un palito como si fuera un lápiz. Recuerda perfectamente lo que decía una de las primeras páginas de su libro de segundo año, aun cuando no sabe el significado de muchas de esas palabras en castellano, lo recita de inicio a fin. 


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Me impresiona mucho la memoria de mi abuela al narrar las historias, pues comparte detalles que nos permiten transportarnos a ese lugar e imaginar los escenarios, en ocasiones parece desviarse del tema original, pero en realidad, es para darnos mayor contexto de lo que sucedía. De esta forma conversábamos en distintos momentos y espacios con mi abuela. Vivir con ellxs me permitía también conocer a personas de mi pueblo más allá del ambiente escolar. “Jämïkxawe’e tö’k jayï tsyëë'n…” (Allá una persona salió…) inicia de repente mi abuela mientras cortamos café en su rancho. A continuación, comparte sobre unas personas que iba a cortar pöptsï’ïp (un tipo de quelite o hierba) al monte, pero no ofrendaban nada a la tierra por el corte y entonces se le aparecería el Poj (un ser que habita y protege el monte). Las personas debían ingeniárselas para lograr librarse de este ser. Después de dar detalles del lugar, de las personas, y de la historia en sí, finaliza: “Por eso dicen que, cuando cortes o alguien más corte ese quelite, debes ofrendar algo a la tierra”.


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Pero entonces, ¿qué son esos Maaytïk? Consciente que, quizá ya se ha escrito al respecto, mencionaré algunas características que me son importantes al hablar de los Maaytïk. Son historias que narran un suceso específico, en un tiempo pasado y casi siempre viene acompañado de un consejo o recomendación a partir de lo que se contó previamente. No existe una autoría sobre lo contado, es más, puede haber más de una versión sobre la misma historia. Así, podemos tener muchas versiones sobre el origen del pueblo o sobre algún personaje de la comunidad. Muchas y muchos podemos contar historias, pero no todxs lo hacemos con la habilidad de adentrarnos en lo narrado, que nos permite recordar lugares, olores y sensaciones. Oy maajtykpata decimos para referirnos a esas personas que son buenas contando estas historias. 

Con mi abuela Juana, por ejemplo, no hay ni existe escenario o tiempo específico para el Maaytïk, podía ser mientras cortábamos café en Pikïktsawiintï o mientras desgranábamos mazorcas. De acuerdo a la plática del momento o al hacer mención de algún tema, mi abuela inicia un Maaytïk que tiene en su memoria, y con ello podíamos conocer más sobre la vida anterior en nuestra comunidad, de su propia vida o de aquella anécdota de una tercera persona. Estas historias se han transmitido de generación en generación, lo que cuenta mi abuela se lo contó su mamá o su abuela, pero también hay muchos Maaytïk que ella dice no recordar quién se lo contó, sin embargo, se encuentran en su mente/recuerdos. Como lo menciona la lingüista mixe Yásnaya Aguilar, el soporte de la tradición oral está en la memoria.

En la búsqueda de documentar la lengua de nuestra comunidad fue que en 2018 diseñamos la aplicación móvil Kumoontun. Se trata de una app que tenía la intención no solo de mostrar nuestra lengua en un dispositivo, sino también poder transmitir nuestras vivencias y nuestras historias que forman parte de la tradición oral ¿De qué forma podíamos incluir en ese proyecto esas formas de compartir conocimiento? Se nos ocurrió integrar videos con grabaciones de personas de la comunidad compartiendo algunas de sus historias o aquellas que les gustaría que se guardara en una app. 

Esa primera opción nos agradaba, pero representaba en sí varios retos, la selección de las personas de acuerdo a sus historias, la grabación y edición de los materiales y, finalmente -y lo más complicado- el almacenamiento de la información en una aplicación que tendría apenas su primera versión. La solución que dimos en ese momento fue incluir 6 historias en audio, 3 historias que formaran parte de la tradición oral, las cuales eran historias que conocíamos en la familia a partir de los Maaytïk, y 3 historias más que eran propuestas nuevas, historias que también se desarrollan en un contexto como nuestra comunidad y que crearon Engracia Pérez y Zitlali Martínez (compañeras de Kumoontun).

A un año del lanzamiento de la aplicación en 2019, transcribimos los audios y publicamos en formato pdf “Cuentos Ayöök” que reunía las 6 historias y contaba con links a los audios para también ser escuchados. Esto fue posible con el apoyo de CDI (ahora Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas INPI). Estos materiales, tanto el audio como algunos ejemplares que imprimimos del libro, nos sirven como material de apoyo durante los talleres de lecto-escritura ayöök. 

imgNiños aprendiendo Ayöök en la aplicación Kumoontun. Foto cortesía de las redes sociales de Kumoontun.

De la primera versión de la App Kumoontun en 2018 a la fecha ha sido un tiempo de mucho aprendizaje y reflexión en torno a nuestra labor y el uso de las herramientas digitales para difundir nuestra lengua, pero también para apoyarnos en ello y seguir aprendiendo sobre la misma. Ahora, debemos identificar las áreas para mejorar, así como los aciertos y los retos para los siguientes proyectos. Hoy en día observo con gran entusiasmo iniciativas en distintas lenguas, en distintos lugares, donde apoyados de herramientas digitales, se documentan y difunden los conocimientos que forman parte de la tradición oral de sus pueblos. Hoy podemos ver a hablantes de lenguas Indígenas haciendo videos en TikTok, subiendo contenido a sus canales de Youtube, usando Zoom para dar clases en línea, haciendo cine en sus comunidades, entre otros ejemplos.

Al tiempo que estos proyectos están siendo más visibles y con un mundo cada vez más digital, pienso que también valdría la pena seguir reforzando los Maaytïk desde los espacios en los que nos fueron contados/transmitidos. Al menos en eso pienso cuando mi abuela me quiere contar de nuevo alguna historia que he escuchado ya desde mi infancia. Pienso en ella, en su memoria, en la habilidad para contar las cosas, en el gusto que le da que alguien se interese en lo que cuenta. Por eso con frecuencia le pregunto ¿Y qué pasó? ¿Dónde sucedió eso? ¿Cómo eran esas personas? Sobre todo, cuando la veo triste o delicada de salud debido a la diabetes que padece, me acerco e inicio la conversación con: Nana,wintsookxa ijk ja maaytïk? Abuela…¿cómo era aquella historia?

Marco Antonio Martinez Perez (Ayöök) es de Santa María Ocotepec, Oaxaca, México. Hablante del Ayöök, una de las variantes de la lengua mixe.  Co-fundador de Kumoontun A. C. la cual busca generar espacios y materiales didácticos que permitan el fortalecimiento y difusión de la lengua Ayöök. Colaborador en Rising Voices y miembro de la Red de activistas digitales de lenguas Indígenas en América Latina.

Foto superior: Marco Antonio Martínez Pérez mostrando su app, Kumoontun. Foto por Zitlali Martíne de kumoontun.org

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