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“Estamos aquí”: La historia climática de una joven kalinago

En una región remota, pero profundamente apreciada, de la costa atlántica de Dominica se encuentra el Territorio Kalinago. Es el último territorio Indígena que queda en el Caribe y es vital para salvaguardar el patrimonio cultural del Pueblo Kalinago. Como lo refleja el apodo de la isla, la “Isla de la Naturaleza del Caribe”, las montañas, los bosques y el océano que rodean la costa atlántica conforman mucho más que un paisaje: son parte de un patrimonio vivo, lleno de historias, prácticas y resiliencia del Pueblo Kalinago.

Aquí nació Tana Valmond, una joven artista Indígena y defensora del medio ambiente, en un lugar donde la cultura y el entorno están estrechamente entretejidos, y donde las primeras lecciones no vienen de los libros de texto, sino de la propia tierra y el mar. A través de su arte, su trabajo comunitario y su trabajo con Bow Seat: Creative Action for Conservation, Valmond está contribuyendo a redefinir el debate sobre el cambio climático, el activismo juvenil y el liderazgo Indígena. Su historia comienza en un lugar del que la mayoría de la gente nunca ha oído hablar, con la tranquila pero poderosa decisión de alzar la voz.

Un territorio que enseña

El Territorio Kalinago es hogar de alrededor de 3,000 personas. Abarca 3,700 acres de tierras comunales otorgadas al Pueblo Kalinago por el gobierno colonial británico en 1903, después de siglos de desplazamiento y resistencia. A pesar de su pequeño tamaño, el territorio tiene una enorme importancia cultural e histórica. Aquí, los ríos y los acantilados guardan memoria, y el respeto por la naturaleza no es solo un valor, sino una forma de ser. Valmond creció inmersa en estas enseñanzas. “Nos contaban historias sobre cómo la tierra y el mar fueron formados por espíritus ancestrales. Nuestras tradiciones orales están llenas de recordatorios de que nuestro papel es vivir en equilibrio con la naturaleza, no dominarla”, dice. La naturaleza no está separada de la identidad kalinago, ni se la concibe como una simple herramienta para el beneficio propio: está integrada en las prácticas espirituales, los rituales cotidianos y la toma de decisiones comunitarias. La pesca, la agricultura y la caza son más que medios de subsistencia: son formas de vinculación. El océano, en particular, es visto tanto como protector como proveedor. Alimenta, advierte, cuida. “Para nosotros, el océano no es solo agua”, dice Valmond. “Creamos un vínculo que es a la vez emocional y espiritual. No vemos la naturaleza como algo separado de nosotros, sino a nosotros como parte de ella, como una sola entidad”.

Pero incluso en un lugar tan cargado de historia y tan resiliente como el Territorio Kalinago, el cambio ha llegado. Valmond comenzó a notar el blanqueamiento de los arrecifes de coral, ríos que se secaban y la erosión de la línea costera. La alarmante pérdida de biodiversidad en tierra y mar golpeó con especial fuerza en una isla tan apreciada por su vida silvestre y sus abundantes provisiones. No se trataba de cambios estacionales, sino de señales de una alteración climática. Las personas mayores confirmaron lo que ella sospechaba: estos cambios eran nuevos y se estaban acelerando. La urgencia de responder se volvió algo personal. Se dio cuenta de que los lugares que amaba estaban bajo amenaza y que no podía permanecer en silencio.

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 Tana Valmond.
 

Encontrar su voz

Con la conciencia climática suele llegar una sensación de temor, incluso una parálisis frente a un problema monumental. Para Valmond, el amor de toda la vida que sentía por su hogar se transformó en un sentido de obligación y deseo de actuar. Recurrió al arte como una forma de procesar lo que estaba viendo, capturando la belleza que desaparecía en su hogar y el dolor que ello traía consigo. Pero también impregnó su trabajo de esperanza y reverencia. El arte se convirtió en su manera de tender un puente entre pasado y futuro, de expresar tanto vulnerabilidad como fortaleza.

El camino artístico de Valmond dio un giro decisivo cuando descubrió Bow Seat: Creative Action for Conservation, una organización sin fines de lucro con sede en Estados Unidos y alcance global que empodera a jóvenes para utilizar el arte y la narración en favor de la conservación de los océanos. Mientras creaba obras para el Concurso de Concienciación sobre el Océano de Bow Seat, aprendió a incorporar relatos tradicionales, temas ambientales y experiencias personales en su trabajo, y se sintió animada a abrazar todas las partes de su identidad. “El concurso fue una de las primeras plataformas donde vi que mi voz y mi arte podían tener la oportunidad de llegar a personas en todo el mundo. Me hizo darme cuenta de que mi voz importa”, dice Valmond.

Poco después, Valmond se unió al Consejo Juvenil Future Blue, el grupo internacional de liderazgo juvenil de Bow Seat. El Consejo reúne a jóvenes defensores del océano de todo el mundo para colaborar en iniciativas ambientales creativas. Sus integrantes también acompañan a las y los Becarios True Blue de Bow Seat, jóvenes que reciben fondos para liderar proyectos sobre océanos, cuerpos de agua o clima desde una perspectiva de artes creativas. Valmond prosperó en ese entorno colaborativo liderado por jóvenes. Acompañó a participantes más jóvenes, ayudó a diseñar proyectos de alcance comunitario y desarrolló contenidos educativos arraigados en su cultura. No solo quería generar conciencia: quería construir vínculos.

Incluso ahora, como exintegrante del Consejo Juvenil, Valmond sigue trabajando activamente en el equipo de Bow Seat, donde se desempeña como asesora egresada, motivando a jóvenes a participar en conversaciones globales sobre acción climática y justicia social. Al relatar su experiencia de trabajo con jóvenes de todo el mundo, afirma: “Venimos de contextos diferentes, pero compartimos el mismo amor por el planeta”.

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Sin ser tomada en cuenta

A pesar de su creciente reconocimiento, Valmond aprendió pronto que los espacios ambientales con frecuencia no son acogedores para las perspectivas Indígenas. A menudo se ha visto obligada a explicar o defender la validez del Conocimiento Tradicional. “Existe esa idea de que, si algo no está escrito, no es real,” señala. “Pero nuestro pueblo ha vivido de forma sostenible durante siglos. La ciencia apenas ahora está alcanzando lo que siempre hemos sabido”.

A veces, la identidad de Valmond como joven kalinago es celebrada de manera superficial, mientras que sus ideas y experiencias vividas se tratan como notas al margen; sus aportes se consideran simbólicos más que estratégicos. “He estado en espacios donde se pasaba por alto mi opinión. Nuestro conocimiento tradicional se veía como menos científico y entonces eso simplemente lo vuelve inválido,” dice.

Navegar estas dinámicas le ha supuesto un desgaste emocional. Valmond admite haber tenido momentos de duda y agotamiento, especialmente cuando siente la presión de representar a toda una comunidad mientras ella misma sigue aprendiendo y creciendo. “Soy joven. No he vivido todo. Pero sigo presentándome porque nuestra historia todavía se está escribiendo”, afirma. Lo que la sostiene es su conexión con la tierra. Cuando todo se vuelve abrumador, vuelve a los ríos y bosques de Dominica. Allí no solo encuentra calma, sino claridad.

Un futuro guiado por la cultura y el coraje

La visión de Valmond para el futuro es audaz y está enraizada en la tradición. Sueña con un territorio kalinago floreciente, con un océano sano y una biodiversidad restaurada, y espera que las comunidades Indígenas puedan liderar las soluciones climáticas, no solo ser consultadas sobre ellas. Quiere que el conocimiento tradicional sea respetado junto a la ciencia académica. Aspira a que las personas puedan vivir en equilibrio con la naturaleza, agradeciéndole por lo que les da, porque hay mucho que queda sin decir. Y quiere que las y los jóvenes —especialmente quienes provienen de comunidades marginadas— sepan que no tienen que cambiar quiénes son para marcar la diferencia.

La motivación de Valmond viene de las personas que la rodean: sus mayores, que le han transmitido sabiduría; sus compañeras y compañeros, que se mantienen a su lado en solidaridad; y las niñas y niños kalinago más pequeños, que la ven como un modelo a seguir. “Si me ven actuar, quizá sientan que ellas y ellos también pueden”, dice. “Eso es lo que me mantiene en marcha”.

Valmond no solo está contando su historia: está construyendo un puente entre generaciones, entre culturas y entre el arte y la acción. En ella vemos un futuro en el que el liderazgo climático es creativo, comunitario y profundamente enraizado. La defensa del medio ambiente va más allá de salvar la naturaleza. Se trata de honrar la identidad, la historia y el conocimiento vivo de quienes siempre han protegido la Tierra. “Quiero un futuro donde la cultura, el clima y la comunidad vayan de la mano”, afirma.

En un mundo que a menudo separa la ciencia del espíritu, el activismo del arte y la cultura de la conservación, Valmond se encuentra en la intersección, y apenas está comenzando. “Estamos aquí, estamos vivos y nuestras voces importan. Cuando elevamos las voces Indígenas, no solo estamos preservando la tradición: estamos protegiendo el futuro, estamos construyendo futuro”.

Jing Graber es una exalumna de Bow Seat. Bow Seat: Creative Action for Conservation ofrece un espacio innovador para que los adolescentes se conecten, creen y se comuniquen en favor de nuestro planeta azul. Trabajando en la intersección entre la ciencia oceánica y la educación artística, su galardonado programa hace énfasis en el pensamiento creativo y la creación para explorar el mundo natural.

 

Todas las fotos son de Tana Valmond.

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