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Fortaleciendo nuestra comunidad ancestral a través de los mares

"Lloramos por nuestra tierra. Lloramos por nuestra tierra que destruyeron. Cavaron nuestra tierra y arrastraron los despojos hacia el mar" - Lloramos por nuestra tierra, historias del proyecto de escucha Panguna”

 

Los Carterets de Papúa Nueva Guinea son un atolón de coral que alberga a 3 000 personas en seis comunidades insulares que viven a menos de tres metros sobre el nivel del mar. A principios de la década de 1990, después de varios años de experimentar cambios ambientales, los ancianos de la comunidad tomaron la decisión colectiva de reubicar a los isleños de los Carterets en Bougainville continental para salvarlos del aumento del nivel del mar y la erosión costera que estaba inundando sus hogares, destruyendo sus cultivos y contaminando sus aguas. Muchas personas todavía viven en las Islas Carteret hoy en día, mientras que algunas pocas familias se han trasladado a Tinputz, Bougainville.


Ursula Rakova, de la isla Hans en los Carterets, dice que las circunstancias son frágiles para las familias en las islas. “En la actualidad, 430 hogares permanecen en los Carterets, que han visto un aumento significativo de la población desde el último recuento de la comisión electoral”, dice. “Estos isleños están luchando para satisfacer las necesidades diarias de sus familias y los más afectados tienen un número promedio de siete niños por familia. Tengo miedo de que los isleños permanezcan en los Carterets, porque si ocurre una marea del rey repentina y severa, toda la isla desaparecerá y habrá un genocidio catastrófico de isleños, que serán llevados sin dejar rastro. Toda una generación de personas se perderá”.


Aunque separadas por el mar de Bougainville, las islas Carteret forman parte de la jurisdicción política del Gobierno Autónomo de Bougainville (ABG, por sus siglas en inglés) de Papúa Nueva Guinea. El ABG se volvió autónomo en 2005, después de una brutal guerra civil de una década que comenzó en 1988, cuando los terratenientes Indígenas lideraron un levantamiento por la destrucción ambiental masiva causada por la mina de cobre y oro Panguna y por la distribución desigual de las ganancias de la mina. Desde los inicios de Panguna, en la década de 1970, la mina generó más de $2 000 millones en ingresos y liberó miles de millones de toneladas métricas de desechos mineros que se filtraron en la tierra, mataron vida silvestre, contaminaron los suministros de agua y alteraron la vida de las comunidades locales. El gobierno de Papúa Nueva Guinea envió tropas policiales y militares para detener el levantamiento y asegurar la mina. Las aldeas vecinas fueron quemadas y los aldeanos, obligados a ingresar en campos de detención administrados por militares, donde se registraron torturas, violaciones y ejecuciones extrajudiciales. Casi 15 000 vidas se perdieron durante la guerra.
 

 

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Un modelo típico de viviendas en Woroav, Tinputz, Bougainville, donde se han reubicado 10 familias. Foto de Salote Soqo/UUSC.


Panguna era propiedad del gigante minero británico-australiano Rio Tinto, que abandonó la mina en 1999 y desde entonces ha eludido la responsabilidad de atender los daños. Más de 20 años después, las condiciones de vida están empeorando. Los desechos mineros continúan afectando el agua dulce, causando inundaciones destructivas y deslizamientos de tierra, contaminando el suministro de agua y alimentos, destruyendo sitios sagrados y dañando la salud humana. Esta devastación sociocultural y ecológica en curso se suma al trauma arraigado que enfrenta la población de Bougainville, que todavía se está recuperando de las secuelas del brutal conflicto. En 2001, el Acuerdo de Paz de Bougainville marcó oficialmente su fin. El acuerdo trazó tres requisitos clave: la autonomía de Papúa Nueva Guinea, un referéndum entre los habitantes de Bougainville y la eliminación de las armas. En 2019, los habitantes de Bougainville votaron abrumadoramente por la independencia.


El viaje de los isleños de los Carteret para reinstalarse en Bougainville, en una nueva comunidad devastada por la guerra y el desastre ecológico, está lleno de emociones encontradas. “Los problemas que enfrentaron los isleños de los Carteret cuando llegamos por primera vez a Bougainville para asegurar tierras donde reubicarnos fueron muy variados y muchos isleños no querían venir a tierra firme”, dice Rakova. “La tierra y la comunidad anfitriona eran vistas como enemigas, y los isleños fueron muy reservados por un tiempo y no se mezclaban con la gente del continente”.


Tulele Peisa, una organización con base comunitaria, que realiza esfuerzos de reubicación para los residentes de las Islas Carteret junto con otra organización local no gubernamental, facilitó sesiones de asesoramiento luego de la reubicación. Se llevó a cabo una capacitación especializada en habilidades agrícolas para lograr que la población reubicada practicara actividades para mantenerse, ya que estas familias estaban acostumbradas a que el ABG les proporcionara alimentos cuando estaban en las islas y ya no eran pescadoras. Hoy en día, gran parte de su vida la pasan atendiendo los lotes designados a su familia y trabajando la tierra con sus hijos, dice Rakova.


Con la ayuda de la Diócesis Católica de Bougainville, Tulele Peisa ha podido asegurar aproximadamente 40 acres de tierra en Woroav, Tinputz. En total, 10 familias se han trasladado a Woroav y se les ha asignado una hectárea de tierra por familia, destinada a la agricultura y la jardinería comerciales. Se han asignado tres hectáreas adicionales para un mini bosque de alimentos y una hectárea para viviendas extra. Tulele Peisa había solicitado inicialmente 30 hectáreas (74 acres), pero solo ha podido asegurar la mitad. Tulele Peisa y la Diócesis Católica están actualmente en el proceso de discutir la compra directa de la tierra.


Rakova dice que las familias reubicadas ahora se sienten seguras y bienvenidas en la comunidad anfitriona debido a los muchos programas de integración y asimilación administrados por Tulele Peisa en Tinputz. “Las familias participan en muchas ceremonias culturales, actividades de la iglesia y celebraciones como el Día Mundial del Medio Ambiente y el Día Mundial de la Alimentación, donde las mujeres de la comunidad reubicada celebran con mujeres de las comunidades anfitrionas. Algunos de los aspectos más destacados del año pasado fueron el Festival de Comida de los Carterets Tinputz y los 16 días de activismo contra la violencia de género. Los grupos de mujeres de la iglesia se están preparando para estos eventos nuevamente este año”.



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La costa se erosiona rápidamente en Tinputz, Bougainville. Foto de Salote Soqo/ UUSC.

Los matrimonios mixtos entre la comunidad anfitriona y las familias reubicadas son otra práctica que promueve relaciones armoniosas entre los dos grupos. Cuando hay muertes en la comunidad anfitriona, las mujeres reubicadas ofrecen comida a la familia del difunto y al clan tribal, y pasan tiempo en sus aldeas para compartir el duelo. La población reubicada también participa en la política de la zona y tiene un estatus de observador en el gobierno local de Taonita en Tinputz. Rakova agrega que hay sesiones de asesoramiento para el trauma, construcción de paz y programas de capacitación en habilidades agrícolas que involucran a representantes tanto de la comunidad anfitriona como de la población reubicada.


Actualmente, las familias reubicadas y otros agricultores se están preparando para el próximo Festival del cacao de Tinputz, que atraerá a más de 1 000 agricultores de todo Bougainville para mostrar sus habilidades de cultivo y producción de cacao. Se otorgarán premios a los mejores agricultores o grupos agrícolas. Estos esfuerzos no solo apoyan los medios de vida de las familias reubicadas, sino que también están ayudando a las personas en las islas Carteret a sobrevivir. En junio de este año, las familias reubicadas transportaron más de 100 bolsas de artículos alimenticios y materiales de cultivo a los Carterets para alimentar a sus familias y familiares que no eran capaces de alimentarse a sí mismos debido a la escasez de alimentos.


Si bien la población recién reubicada se siente como en casa en Tinputz, sus lazos con los Carterets siguen siendo fuertes. “Los Carterets siempre serán nuestro hogar. Nuestra identidad, nuestra espiritualidad y bienestar cultural están ligados a nuestras islas y nuestras tierras ancestrales”, dice Rakova. “Pero nos hemos movido para construir una nueva vida que sea independiente y vibrante, que sea autosuficiente y próspera, donde podamos continuar practicando nuestra cultura y donde no tengamos que preocuparnos de que en cualquier momento una marea del rey o un tsunami puedan venir y llevarnos. Estamos en paz sabiendo que nuestras familias vendrán a visitarnos con pescado y otros productos marinos ahumados para sustituir nuestros alimentos ricos en almidón, y que también estamos en una mejor posición para ayudarlos”.


La difícil situación de los isleños de los Carteret está lejos de terminar. Con una población joven y en crecimiento, y las crecientes amenazas del aumento del nivel del mar en el atolón insular, se necesita urgentemente más asistencia para apoyar el trabajo que están llevando a cabo Rakova y su pueblo, quienes no solo tienen que aprender a vivir y mantenerse en un nuevo hogar, sino también a vivir entre familiares que se están curando de un pasado trágico mientras ayudan a los que permanecen en casa. Tulele Peisa desea promover la declaración del socio del Comité de Servicio Unitario Universalista en respuesta a la reciente orden ejecutiva del presidente Biden, relacionada con el cambio climático y la migración. “Esta declaración abarca e ilustra los gritos sinceros de mi pueblo, sin separarnos de nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo que enfrentan los mismos impactos del cambio climático”, dice Rakova.


“El cambio climático es una crisis existencial para nuestra gente y nuestra cultura, y un enfoque de derechos humanos debe ser fundamental para cualquier respuesta, junto con recursos que apoyen a los más afectados”.


— Ursula Rakova es directora ejecutiva de Tulele Peisa. Salote Soqo es directora de incidencia y desplazamiento global en el Comité de Servicio Unitario Universalista, y es nativa de Fiji.


Este artículo fue escrito en colaboración con el Comité de Servicio Unitario Universalista, como parte de una serie que destaca la resiliencia, la sabiduría y el poder de las comunidades Indígenas frente a la crisis climática.
 

Foto superior: Aldeas de la isla Hans en las islas Carteret después de un taller para identificar estrategias sobre cómo abordar la escasez de alimentos en la comunidad. Foto de Úrsula Rakova.