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El reto de la escuela unidocente en la selva peruana 

Por Elvis Walter Panduro Ruiz

Hace algunos años fui asignado a trabajar en una escuela unidocente de una comunidad rural de la selva peruana. Hacía poco que había egresado de la universidad, y con el acervo pedagógico que traía, llegué a esta institución educativa pensando en lo fácil que resultaría el proceso de enseñanza y aprendizaje en las sesiones que, previamente, esbozaba. Sin embargo, al hallarme frente a tantos niños y niñas de todos los grados de primaria, con características particulares de aprendizaje, metidos en una sola aula, tropecé con mi propio orgullo. En pocas palabras, no sabía qué y cómo hilvanar aquellas estrategias que hasta el momento llenaban mi mente para atender a niños y niñas que, en su mayoría, no habían aprendido a leer ni escribir correctamente, amén de las matemáticas y otras áreas. 


Desde aquel entonces comenzó mi aventura en la búsqueda de aquellas estrategias que me ayudarían a atender a niños y niñas de cada escuela unidocente en la que debía de trabajar, las mismas que someramente se plasman en el presente artículo. 

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Uno de los aspectos elementales en cuanto a la educación rural en el Perú y que no ha sido tomado muy en serio por el sistema educativo del país, es la escuela unidocente de la zona rural amazónica. De hecho, la educación en el Perú está bajo la jurisdicción del Ministerio de Educación, el cual formula, implementa y supervisa la política nacional de educación. Éste trabaja de acuerdo a lo estipulado en la Constitución Política del Perú, que señala que la educación inicial, primaria y secundaria es obligatoria y gratuita en todo el ámbito nacional. 


No obstante, las escuelas de gestión unidocente nunca derivaron su quehacer pedagógico de manera adecuada y pertinente o nunca fueron tomadas en serio, siendo este tipo de escuelas el eslabón primordial en la construcción de los aprendizajes de miles de niños y niñas de habla castellana o Indígena de la zona rural de la Amazonía peruana. 

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Una escuela unidocente es aquella institución educativa primaria, en la que un solo docente –hombre o mujer– atiende a niños y niñas en edad escolar, quienes en el aula forman grupos heterogéneos de aprendizaje y enseñanza. Cada niño y niña que asiste a una escuela unidocente tiene sus propias características psicosomáticas, culturales, lingüísticas y ambientales, que lo hacen único frente al universo educativo que asiste a la institución educativa. 


Las edades de los niños y niñas que asisten a este tipo de escuela oscilan entre los 6 y 15 años, y no hasta los 12 años, como debería ser. Esto se debe a múltiples factores que precarizan y afectan los estudios de los niños y niñas, principalmente de las niñas. Entre ellos tenemos: hogares desunidos, disfuncionales, con ausencia de uno de los padres, escasos ingresos económicos, violencia familiar, entre otros. 


Frente a esa particularidad singular de enseñanza y aprendizaje en una escuela unidocente, el o la docente debe promover estrategias psicopedagógicas adecuadas y pertinentes para atender con sumo cuidado, esmero, amor y altruismo a cada niño y niña que asiste, como se apuntó, con sus propias características, motivos, comportamientos y valores que trae consigo. 
 

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Desde el punto de vista profesional, el o la docente debe poseer las estrategias adecuadas de enseñanza y aprendizaje para atender in situ a niños y niñas de los seis grados de educación primaria. Para ello, el o la docente responsable de la escuela unidocente debe ser instruido y capacitado para atender a grupos heterogéneos de aprendizaje en aula, porque el trabajo psicopedagógico en una escuela unidocente no es una tarea fácil como se la imagina. 
Pese a las limitaciones tecnológicas existentes hasta hoy, en las escuelas del medio rural, las estrategias que se pueden ejecutar para atender a niños y niñas dentro de una institución educativa unidocente, pueden ser: 

  • Grupos heterogéneos de aprendizaje. Como en la escuela unidocente se atiende a niños y niñas de los seis grados de primaria, se debe evaluar la destreza en cuanto a los niveles de lectura y escritura (de lectura: presilábica, silábica y alfabética; de escritura: concreta, presilábica, silábica y alfabética). De allí, se forman tres grupos de aprendizaje: el grupo de los principiantes, de los avanzados y los expertos. Estos últimos pueden ayudar como monitores en algún grupo de aprendizaje. El uso del aula no es exclusivo: se debe aprovechar las condiciones del entorno natural, ya que allí los niños y niñas se sienten más a gusto y menos estresados. 

 

  • Uso de rótulos. El uso de rótulos en el aula y fuera de ella es sumamente importante en la motivación de la enseñanza de la lectura y la escritura, ya sea en castellano o la lengua originaria. Los rótulos que se pegan sobre ciertos materiales, ambientes, servicios o mobiliario escolar motivarán a los niños y niñas a familiarizarse e iniciarse en la lectura y la escritura. 
     
  • Uso de material de la zona. El medio rural ofrece un sinnúmero de elementos naturales que se pueden usar como material didáctico pertinente y exclusivo para cada área o conocimiento que se desea que logren los estudiantes. Así, las hojas secas, semillas de huasaí, maíz o aguaje, palitos de yute, el camino, la chacra, los árboles, etc., pueden ser usados en la enseñanza y aprendizaje de las matemáticas y las ciencias naturales. 
     
  • Círculo de cuentacuentos. Cada comunidad, en particular, tiene su propia historia, cultura, usos y costumbres, prevención de enfermedades y otros conocimientos ancestralmente heredados. Esto debe ser aprovechado por el o la docente para construir conocimientos en los estudiantes. En ese aspecto, se puede invitar a un anciano de la comunidad o algún padre o madre de familia conocedores de estos temas, con el fin de generar diálogos con los niños y niñas. En estos diálogos los estudiantes participan con preguntas que los motivan a generar la socialización, dado que muchos de ellos son tímidos para dialogar con otros. 


No obstante, el o la docente debe deconstruir sus estrategias y técnicas de enseñanza y aprendizaje con el fin de aterrizar hacia la estrategia más adecuada y pertinente para atender a cada niño o niña en cada escuela unidocente de la zona rural del país. Además, el Estado debe capacitar a los docentes que asumen este reto particular con el fin de garantizar una educación de calidad en cada comunidad educativa rural. No estaría demás proponer que una escuela unidocente debería contar con un auxiliar de educación que ayude al docente en la atención de los niños y niñas, para evitar el cansancio y la carga pedagógica. 

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Con estas propuestas reseñadas, no se intenta necesariamente afirmar que el éxito de la enseñanza- aprendizaje en una institución educativa unidocente rural está asegurado; al contrario, con estos apuntes, que en lo personal me sirvieron en mi trabajo como profesor rural, quiero sumarme a las experiencias de otros docentes que día a día se esfuerzan de sobremanera para superar estas dificultades que se presentan en las zonas más dispersas de la región amazónica del Perú. 

 

 --Elvis Walter Panduro Ruiz es docente rural de Iquitos-Perú.